lunes, 5 de octubre de 2015

Los amantes de carne

Hace algunos años en el Barrio chino existía una tienda de amantes. No era una casa de citas antigua, era una tienda de amuletos. Podemos comenzar con sus orígenes, pero eso nos llevaría a la China de hace tres siglos y Yin nunca vivió tanto tiempo, por eso hablaremos de su caída.

Al ahora señor Yin no le importaba el dinero, él no fundó la tienda para hacerse rico. Sin embargo abría todos los días desde las seis hasta las once, aunque si tocabas a cualquier hora de la madrugada él vendría también. El inicio del fin ocurrió cuando Selena Luczak llegó a la tienda y pidió un amuleto especial: los órganos del señor K y el señor L. Así es, los amuletos no eran cristales mágicos o dientes de monos albinos, eran muertes humanas a pedido. Selene no quería sus partes por fortuna, solo ansiaba un bonito portapapales para los títulos de propiedad y manuscritos que heredaría de sus amantes agonizantes. Pero para una muerte sin evidencias se necesitaba tiempo.

-Seis meses por ambos-dijo el señor Yin.-

Pasaron seis meses y un día. Madam Selene regresó al Barrio chino. El señor Yin le abrió con su sonrisa de siempre y la hizo esperar a con un té. Es cierto que al señor Yin no le importaba el dinero, pero tampoco dejaba entrar a cualquier persona muerta de hambre. Y no era por él mismo, era por ellos. Si se enojaban, él perdería más dedos. Selene terminó su té de limpieza y el señor Yin la acompañó hasta una puerta al final del pasadizo. La gran puerta se abrió.

Dentro todo era un caos. El señor K yacía decapitado con Sirene comiendo los restos de sus sesos, del señor L solo quedaban sus intestinos descompuestos junto a algunos de sus órganos vitales. Sirene volvió a su forma original y despertó a sus hermanos, después voló y se podó en el hombro del señor Yin. La puerta se cerró y Madam Selene quedó atrapada con los monstruos.

La última tienda del Barrio chino no vendía amuletos o partes humanas, de hecho no vendía nada. Yin huyó de China a América por una maldición familiar que involucraba mantis religiosas. Pero en América la maldicón solo empeoró, las mantis comenzaron a tomar formas y rostro humano. Si los bichos no conseguían carne, se comerían lo que estuviera a la mano, como la mano de Yin. Después de meses descubrió que con carne aristócrata las mantis estarían tranquilas por 3 meses. Y en la América de ese tiempo la aristocracia creía en cualquier cosa exótica que alguien vendiera. El resto es historia.

Madam Selene quedó en shock, pero al contrario de otras veces nadie gritó. El señor Yin estaba por leer el periódico pero se extrañó de este detalle, se suponía que alguien sería destripado ese día. Abrió la puerta sigilosamente y Selene no estaba. Miró hacia arriba por curiosidad y vio a la mantis más repugnante que había visto en su vida: de la coraza  le brotaba pelo y pus, de su rostro humanoide aun colgaban restos de un vestido. Los demás monstruos solo aullaban reclamando, siguiendo el feroz bramido de su madre insecto. Yin trató de huir, pero ya tenía una tenaza clavada en el cuello. Entonces entendió que ese día ya no habría maldición.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario