sábado, 10 de octubre de 2015

La verdad de lo que contamos: Capote y la ficción real

Con Holly Golightly, Joel Harrison Knox o incluso en el pequeño Dill de "Matar a un ruiseñor", la vida de Truman Capote siempre vagó en la difusa línea de lo real y lo ficticio.

El don de escribir le llegó a causa de una maldición: iba y venía de las casas de esos extraños a los que llamaba padres. Su padre viajaba mucho y su madre alcohólica lo encerraba en cualquier cuarto de hotel para irse a beber, en los horrible tedio y soledad Truman empezó a escribir.

 Ganó su primer concurso de escritura a los diez años, los temas eran un día de juego en el lago o las mascotas favoritas, Truman eligió hablar sobre los chismes de un tal Viejo señor metiche. Tiempo después sería descalificado cuando se supiera que el cuento estaba copiado de la realidad. Estas experiencias lo ayudarían a escribir el mítico "Otras voces, otros ámbitos", obra que trata sobre la búsqueda del pequeño Joel Harrison Knox por su padre inválido después del suicidio de su madre. Dentro de este caos depresivo existía una chispa de carbón llamada Harper Lee, escritora y amiga de la infancia de Truman en la rural Alabahama. Ambos eran muy rudos o delicados para jugar con los otros niños, se hicieron amigos rápido y lo continuaron siendo de adultos. Se inspirarían el uno al otro para crear personajes: Harper Lee es Idabel en Otras voces..., una niña ruda amiga del protagonista; así como Truman es Dill, el pequeño niño enclenque de "Matar a un ruiseñor". 


Truman se va de casa y escribe cuentos para diarios, uno de ellos es Miriam, ganador de un premio en 1946. Muchos ojos se ponen en él, entre ellos el profesor universitario Newton Arvin, veinte años mayor. Ambos tienen una relación conflictiva que se vuelve obsesiva. La libertad del joven Capote no podía verse limitada por culpa de un hombre serio y enclosetado. En 1948 logra publicar "Otras voces, otros ámbitos", el libro se vuelve famoso por la contraportada andrógina y los temas homosexuales más que por la calidad de escritura. 

Esta es, la "polémica " foto.

Truman conoce después al que sería su amante hasta el fin de sus días, Jack Dunphy. La relación nunca fue monógama por acuerdo de ambos, y pronto las grietas aparecieron. Sin embargo Jack estaría siempre allí, recibiendo y enviando cartas que Capote escribiría luego de una cena en Milán o una desintoxicación. Desayuno en Tiffany's saldría luego en 1958, la obra que resume la lucha entre la libertad y el miedo al compromiso del autor. 
No por nada el personaje propio favorito de Capote es la ingenua Holly Golightly. Pero si Holly callaba sus penas con fiestas y compras, Truman lo hacía con alcohol y drogas. Los vicios y el lujo de su vida cosmopólita lo hicieron conocer a a otras vidas atormentadas como las de Marylin Monroe, Coco Chanel, Marcel Duchamp, Richard Burton o Liz Taylor, para después destapar todos sus sucios secretos en un libro llamado "Retratos".


 Pero fue en 1955 que inició su proyecto más ambicioso: " A sangre fría". Dos criminales asesinan a una familia por menos de cincuenta dólares. El extravagente Capote no logra que el pueblo apoye al relato, por lo que una amable y más humana Harper Lee lo ayuda a entrevistar testigos. Cuando el libro se publica, Harper Lee solo recibe una mención en la dedicatoria junto al amante de Capote. El escritor se vuelve amigo de Perry Smith contándoles sus penurias de la infancia y como es que tienen mucho en común, incluso Perry quiere ser escritor. Los asesinos son hallados culpables a partir de la publicación y ambos mueren ejecutados. 

A partir de este momento entra en una gran crisis y solo publica obras pequeñas. Las drogas se abren paso en su vida y enferma de cáncer. Pasó sus últimos días acompañado del leal Jack Dunphy divagando glorias pasadas.


"Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio"






lunes, 5 de octubre de 2015

Los amantes de carne

Hace algunos años en el Barrio chino existía una tienda de amantes. No era una casa de citas antigua, era una tienda de amuletos. Podemos comenzar con sus orígenes, pero eso nos llevaría a la China de hace tres siglos y Yin nunca vivió tanto tiempo, por eso hablaremos de su caída.

Al ahora señor Yin no le importaba el dinero, él no fundó la tienda para hacerse rico. Sin embargo abría todos los días desde las seis hasta las once, aunque si tocabas a cualquier hora de la madrugada él vendría también. El inicio del fin ocurrió cuando Selena Luczak llegó a la tienda y pidió un amuleto especial: los órganos del señor K y el señor L. Así es, los amuletos no eran cristales mágicos o dientes de monos albinos, eran muertes humanas a pedido. Selene no quería sus partes por fortuna, solo ansiaba un bonito portapapales para los títulos de propiedad y manuscritos que heredaría de sus amantes agonizantes. Pero para una muerte sin evidencias se necesitaba tiempo.

-Seis meses por ambos-dijo el señor Yin.-

Pasaron seis meses y un día. Madam Selene regresó al Barrio chino. El señor Yin le abrió con su sonrisa de siempre y la hizo esperar a con un té. Es cierto que al señor Yin no le importaba el dinero, pero tampoco dejaba entrar a cualquier persona muerta de hambre. Y no era por él mismo, era por ellos. Si se enojaban, él perdería más dedos. Selene terminó su té de limpieza y el señor Yin la acompañó hasta una puerta al final del pasadizo. La gran puerta se abrió.

Dentro todo era un caos. El señor K yacía decapitado con Sirene comiendo los restos de sus sesos, del señor L solo quedaban sus intestinos descompuestos junto a algunos de sus órganos vitales. Sirene volvió a su forma original y despertó a sus hermanos, después voló y se podó en el hombro del señor Yin. La puerta se cerró y Madam Selene quedó atrapada con los monstruos.

La última tienda del Barrio chino no vendía amuletos o partes humanas, de hecho no vendía nada. Yin huyó de China a América por una maldición familiar que involucraba mantis religiosas. Pero en América la maldicón solo empeoró, las mantis comenzaron a tomar formas y rostro humano. Si los bichos no conseguían carne, se comerían lo que estuviera a la mano, como la mano de Yin. Después de meses descubrió que con carne aristócrata las mantis estarían tranquilas por 3 meses. Y en la América de ese tiempo la aristocracia creía en cualquier cosa exótica que alguien vendiera. El resto es historia.

Madam Selene quedó en shock, pero al contrario de otras veces nadie gritó. El señor Yin estaba por leer el periódico pero se extrañó de este detalle, se suponía que alguien sería destripado ese día. Abrió la puerta sigilosamente y Selene no estaba. Miró hacia arriba por curiosidad y vio a la mantis más repugnante que había visto en su vida: de la coraza  le brotaba pelo y pus, de su rostro humanoide aun colgaban restos de un vestido. Los demás monstruos solo aullaban reclamando, siguiendo el feroz bramido de su madre insecto. Yin trató de huir, pero ya tenía una tenaza clavada en el cuello. Entonces entendió que ese día ya no habría maldición.